Se habrán derramado ríos de bytes tratando de definir “la felicidad”, partiendo en los poemas líricos y llegando a los edulcorados sobrecitos de azúcar.
Según el optimismo teutón “la felicidad es como el arco iris: nunca se ve sobre la casa propia”, en contraste al pragmatismo gallego, donde se es feliz con “salud, amor y pesetas!” (y hace alguna mención a la bragueta). Dijo Leon Tolstoi -sorprendido en su clase de yoga- “no hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás”. Y para el polémico Abraham Lincoln “casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”. Pero no seamos tan solemnes si de felicidad se trata, Sigmund Freud, haciendo gala del humor austríaco acotó, que “existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo”, años después sufrió el plagio de Felipe Solá. Para llegar al cierre de Groucho con su famoso: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas:...”
Cualquiera puede escribir un sobrecito de azúcar. Para mi “la felicidad es sólo una cuestión de expectativas”. Si hubiera soñado con pasar este verano en la pelopincho y hoy estuviera escribiendo desde Mardel,... sería feliz. Si mis planes incluían conocer a Mickey o visitar a mi tía de Acapulco, hoy estaría verdaderamente frustrado escribiendo bajo la misma sombrilla en La Feliz.
Tu felicidad de hoy depende de cómo te imaginabas ayer, la de todo el mundo.
Podemos acordar la primera conclusión: si mi felicidad depende de las expectativas, contra más “moderadas” sean estas expectativas más probabilidades tengo de ser feliz. Entre el nirvana de Sidarta Gautama y la avaricia de Gordon Gekko, puedo elegir dónde está mi felicidad y qué estoy dispuesto a hacer por alcanzarla.
Ya sé, estás pensando que tu felicidad no tenía sede en Mardel o Disney, quizás era leer un libro, pasar más tiempo con tu familia, salir con amigos, o tener… “un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”
La segunda y obvia conclusión, es que a todos no nos hacen felices las mismas cosas. Nuestras expectativas -más o menos moderadas- apuntan en diferentes direcciones y van mutando al ritmo de nuestra cabellera. Ya no te sorprende que al mismo argentino que este año lo hizo feliz Mardel, no lo consiga el próximo con nada menos que un bronceado en Punta.
Habitantes del otro borde en la grieta están persuadidos (homenajeando a RA) que el secreto es convencer a los noveles usuarios de cloacas en el segundo cordón, que también lo serán de agua potable o de gas. Otro secreto muy guardado en los afiches propone una famosa “profundización” del modelo, queda claro que quieren hundir algo pero no siempre que.
Haciendo abuso de la simplificación, yo creo que un votante se acerca al candidato que le genera mejores y más creíbles expectativas de ser feliz. Lo que nos deja varios párrafos más arriba, en la segunda y obvia conclusión. Para algunos las expectativas apuntan a que todos tengan las mismas oportunidades de crecer, para otros al crecimiento en la tasa de interés a plazo fijo. Algunos aspiran a un trabajo que les brinde dignidad, otros a dejar de trabajar para vivir de la renta. Acá no hay delito.
En esta carrera por armar la cajita feliz con las mejores y más creíbles expectativas, los candidatos de la oposición tienen su pro (cuac) y sus contras. Aprovechando que no tienen internas (ya que son todas listas colectoras de Clarín), cada combo nos podrá vender un mundo mágico, donde no existe el miedo o el dolor, donde los zócalos de TN te despierten con aforismos de Narosky. Y podrán venderte su cajita sin receta y sin precio, argumentando que el tiempo es tirano para explicarlo en el programa de Santiago del Moro. Ellos no deben -ni pueden- probar que son buenos cocinando la hamburguesa de su cajita, no pueden explicar cómo bajaron el índice de GINI en la CABA y en Tigre, o qué medidas tomaron para el crecimiento de su PBI.
No pueden probar que serán buenos Presidentes. La cajita feliz puede tener colores vistosos pero no hay muestra gratis, es una compra a ciegas.
Para los candidatos del oficialismo es todo lo contrario, es la lógica inversa. Después de 12 años tienen la posibilidad de basar su credibilidad en el pasado, pueden ofrecer la creación de empleo porque crearon millones de puestos de trabajo, la creación de escuelas porque fundaron más de 10 universidades, la mejora en la salud pública porque incorporaron 13 vacunas gratuitas…, pueden prometer el agua potable porque dieron la cloaca.
La gran trampa de esta ventaja radica en la primera conclusión, a mayor cantidad de hechos aportados para construir credibilidad detrás de su cajita feliz, menos moderadas son las expectativas de sus votantes y por lo tanto más difíciles de cubrir. Incluso algunos podrás pensar "si me dieron la cloaca y no el agua, es porque con el agua ellos no pueden" (reemplazando "con el agua" por otros desafíos pendientes a elección del pensador).
La salida a este método de selección en comida rápida, es educar al paladar. “Debemos ideologizar al pueblo!” diría un caudillo en los 50’. Cuantos más votantes entiendan que hay sólo dos escuelas de cocina para asar una hamburguesa, menos estarán expuestos a los comerciales electorales de los diarios y la televisión. En mi limitada visión sólo existen estos caminos para incrementar la posibilidad que nuestro candidato sea feliz, teniendo uno multi-target (uno como D.O.S.) que abarca más expectativas disparadas en diferentes direcciones, y persuadiendo al votante sobre las ventajas de seguir alimentando sus expectativas de este lado de la grieta, como la mejor forma de ir por lo que falta, unidos y organizados.
No ahorremos bits aclarando cuánto más saludable y positivo es el segundo camino.
Si tus expectativas de felicidad se identifican con las pequeñas cosas que ironizaba Groucho, encontrarás tu mejor elección entre los candidatos del multimedio.
Pero si crees que tu vida será mejor cuando todos los argentinos conozcan La Feliz… bueno, ya sabés como se viaja hasta allá.
Sergio Marino
Según el optimismo teutón “la felicidad es como el arco iris: nunca se ve sobre la casa propia”, en contraste al pragmatismo gallego, donde se es feliz con “salud, amor y pesetas!” (y hace alguna mención a la bragueta). Dijo Leon Tolstoi -sorprendido en su clase de yoga- “no hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás”. Y para el polémico Abraham Lincoln “casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”. Pero no seamos tan solemnes si de felicidad se trata, Sigmund Freud, haciendo gala del humor austríaco acotó, que “existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo”, años después sufrió el plagio de Felipe Solá. Para llegar al cierre de Groucho con su famoso: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas:...”
Cualquiera puede escribir un sobrecito de azúcar. Para mi “la felicidad es sólo una cuestión de expectativas”. Si hubiera soñado con pasar este verano en la pelopincho y hoy estuviera escribiendo desde Mardel,... sería feliz. Si mis planes incluían conocer a Mickey o visitar a mi tía de Acapulco, hoy estaría verdaderamente frustrado escribiendo bajo la misma sombrilla en La Feliz.
Tu felicidad de hoy depende de cómo te imaginabas ayer, la de todo el mundo.
Podemos acordar la primera conclusión: si mi felicidad depende de las expectativas, contra más “moderadas” sean estas expectativas más probabilidades tengo de ser feliz. Entre el nirvana de Sidarta Gautama y la avaricia de Gordon Gekko, puedo elegir dónde está mi felicidad y qué estoy dispuesto a hacer por alcanzarla.
Ya sé, estás pensando que tu felicidad no tenía sede en Mardel o Disney, quizás era leer un libro, pasar más tiempo con tu familia, salir con amigos, o tener… “un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”
La segunda y obvia conclusión, es que a todos no nos hacen felices las mismas cosas. Nuestras expectativas -más o menos moderadas- apuntan en diferentes direcciones y van mutando al ritmo de nuestra cabellera. Ya no te sorprende que al mismo argentino que este año lo hizo feliz Mardel, no lo consiga el próximo con nada menos que un bronceado en Punta.
La felicidad del candidato
No se habrán derramado ríos de bytes, pero sí de bits, tratando de definir qué lleva a un votante hasta su candidato, ¿qué define su voto? Están quienes aseguran haber leído la respuesta en el resumen ejecutivo que volanteó Managment & Frut: “ganará quien pueda bajar la inseguridad!” decía un doxóforo en un canal de cable, disputando los gritos vacantes con quien apuntaba a bajar la inflación, interrumpido a su vez por un pensador contemporáneo a quien no se escuchó la tercer primera prioridad, pero se lo vio flamear unos dólares con su mano.Habitantes del otro borde en la grieta están persuadidos (homenajeando a RA) que el secreto es convencer a los noveles usuarios de cloacas en el segundo cordón, que también lo serán de agua potable o de gas. Otro secreto muy guardado en los afiches propone una famosa “profundización” del modelo, queda claro que quieren hundir algo pero no siempre que.
Haciendo abuso de la simplificación, yo creo que un votante se acerca al candidato que le genera mejores y más creíbles expectativas de ser feliz. Lo que nos deja varios párrafos más arriba, en la segunda y obvia conclusión. Para algunos las expectativas apuntan a que todos tengan las mismas oportunidades de crecer, para otros al crecimiento en la tasa de interés a plazo fijo. Algunos aspiran a un trabajo que les brinde dignidad, otros a dejar de trabajar para vivir de la renta. Acá no hay delito.
En esta carrera por armar la cajita feliz con las mejores y más creíbles expectativas, los candidatos de la oposición tienen su pro (cuac) y sus contras. Aprovechando que no tienen internas (ya que son todas listas colectoras de Clarín), cada combo nos podrá vender un mundo mágico, donde no existe el miedo o el dolor, donde los zócalos de TN te despierten con aforismos de Narosky. Y podrán venderte su cajita sin receta y sin precio, argumentando que el tiempo es tirano para explicarlo en el programa de Santiago del Moro. Ellos no deben -ni pueden- probar que son buenos cocinando la hamburguesa de su cajita, no pueden explicar cómo bajaron el índice de GINI en la CABA y en Tigre, o qué medidas tomaron para el crecimiento de su PBI.
No pueden probar que serán buenos Presidentes. La cajita feliz puede tener colores vistosos pero no hay muestra gratis, es una compra a ciegas.
Para los candidatos del oficialismo es todo lo contrario, es la lógica inversa. Después de 12 años tienen la posibilidad de basar su credibilidad en el pasado, pueden ofrecer la creación de empleo porque crearon millones de puestos de trabajo, la creación de escuelas porque fundaron más de 10 universidades, la mejora en la salud pública porque incorporaron 13 vacunas gratuitas…, pueden prometer el agua potable porque dieron la cloaca.
La gran trampa de esta ventaja radica en la primera conclusión, a mayor cantidad de hechos aportados para construir credibilidad detrás de su cajita feliz, menos moderadas son las expectativas de sus votantes y por lo tanto más difíciles de cubrir. Incluso algunos podrás pensar "si me dieron la cloaca y no el agua, es porque con el agua ellos no pueden" (reemplazando "con el agua" por otros desafíos pendientes a elección del pensador).
La salida a este método de selección en comida rápida, es educar al paladar. “Debemos ideologizar al pueblo!” diría un caudillo en los 50’. Cuantos más votantes entiendan que hay sólo dos escuelas de cocina para asar una hamburguesa, menos estarán expuestos a los comerciales electorales de los diarios y la televisión. En mi limitada visión sólo existen estos caminos para incrementar la posibilidad que nuestro candidato sea feliz, teniendo uno multi-target (uno como D.O.S.) que abarca más expectativas disparadas en diferentes direcciones, y persuadiendo al votante sobre las ventajas de seguir alimentando sus expectativas de este lado de la grieta, como la mejor forma de ir por lo que falta, unidos y organizados.
No ahorremos bits aclarando cuánto más saludable y positivo es el segundo camino.
Si tus expectativas de felicidad se identifican con las pequeñas cosas que ironizaba Groucho, encontrarás tu mejor elección entre los candidatos del multimedio.
Pero si crees que tu vida será mejor cuando todos los argentinos conozcan La Feliz… bueno, ya sabés como se viaja hasta allá.
Sergio Marino
ayer Barone, en 678, definió el final de tu post tal como lo señalás , muy bueno! Saludos!
ResponderBorrarBueno... no sé si preocuparme :)
ResponderBorrarGracias por el aviso.
Abrazo!