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Instituciones Y Democracia

¿De qué hablamos cuando pedimos más instituciones?

La Constitución menciona pocas instituciones: el Poder Ejecutivo, el Congreso y los Tribunales. Administrada a través de estas tres Instituciones Constitucionales, la cosa pública no necesita de otras instituciones si nos atenemos a la Carta Magna y al funcionamiento de la toma de decisiones en democracia.

Sin embargo, existen muchas otras instituciones: la Iglesia, el colegio público de abogados de Pergamino, el colegio público de contadores de Azul, el Automóvil Club Argentino, la Academia de Letras, el club La Estrella de Maldonado y miles de etcéteras. Muy a menudo, estas Instituciones No Constitucionales (que no significa que sean Anti Constitucionales) no representan ni a sus miembros, ya que sus autoridades no son elegidas de manera transparente o medianamente democrática.

Aunque carecen de representación en términos del manejo de la cosa pública, estas instituciones opinan sobre las acciones políticas de nuestros gobernantes, se inmiscuyen, sugieren, dictan y además encuentran mucho eco favorable entre quienes influyen en la opinión pública. De hecho, los medios y la oposición no electoral (ésa que tanto acecha) hacen mucho hincapié en la necesidad de que el gobierno respete a las instituciones: que las escuche, siga sus sugerencias, no las ningunee.

Ahora bien, ¿por qué debería hacerlo? ¿Qué parte de la Constitución sostiene que las instituciones por fuera de las republicanas deben participar, aunque sea mínimamente, en la elaboración de acciones de gobierno?

Seguro, un gobierno con mayor participación de las instituciones tiene más estabilidad, porque estas instituciones representan sectores de poder real con fuerza para apoyar y para oponerse (pensemos en la Iglesia, la UIA, la Sociedad Rural, el servicio diplomático de las potencias extranjeras). Además, un gobierno abierto a la participación de estas instituciones tendrá planes a más largo plazo, porque los intereses de los sectores representados por estas instituciones son más durables, sin los vaivenes, pasiones y cambios de humor de la voluntad popular.

La inclusión de las “Instituciones no Constitucionales” alimenta los ideales de estabilidad, previsibilidad, políticas a largo plazo. En cambio no guarda relación con la voluntad popular (y aquí aparece el verdadero origen de la insistencia en estos valores tan apreciados). En este sentido, notemos que una monarquía (más aún, una monarquía eclesiástica) ofrece previsibilidad, estabilidad y políticas a largo plazo, justamente por no ser democrática.

Los sectores que rugen por mayor institucionalidad no mencionan la tensión entre participación institucional y participación popular. De hecho, no es casual que estos sectores sean aquéllos adversos a las elecciones.

Si un sector sin poder electoral controla algunas instituciones prestigiosas o, mejor aún, es quien entrega el sello IVESS de prestigio a las instituciones, es comprensible que grite “instituciones prestigiosas al poder”. Es lo mismo pero más simpático que gritar “ciudadanos, fuera del poder”.

Las únicas instituciones republicanas son el Ejecutivo, el Congreso, los Tribunales. En política, el resto posee el rango de lobbista con más o menos prestigio, pero lobbista al fin.

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