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La Violencia Democrática

A tono con los puntos anteriores, la acusación de violentos está siempre a flor de piel. Violento es el político que le grita a otro en una entrevista televisiva. Violenta es Caamaño cuando le pega a Kunkel en el recinto parlamentario. Violento es el patotero de la banda de Pedraza que mata a Cristian... Como en otras ocasiones, la crítica padece de una limitación en los adjetivos y entonces aplica los mismos y más extremos, para describir cualquier situación, sin ninguna jerarquización.

El juego de la República busca evitar el conflicto violento entre ciudadanos tratando de resolver los intereses contrapuestos que existen en la sociedad. El progreso sería enorme si el juego republicano consiguiera que, en vez de matarnos todos contra todos, sólo se mataran algunos representantes elegidos. Las muertes se reducirían de millones a decenas, y las decenas entre profesionales preparados para la lucha y para morir por ella como un ejército profesional. ¿Quién se atrevería a negar que esto solo ya sería un verdadero progreso social?

Otro avance consistiría en lograr que los representantes no se maten, sino que dejen de combatir en caso de knock out. Y otro, aún mayor, que los representantes se limiten a discutir a los gritos y con malos modos los proyectos en debate.

La visión más crítica posible indica que en este estadio se encuentra la Argentina hoy. Esta realidad dista de resultar deplorable, cuando todavía estamos cerca de épocas donde, en defensa de sus intereses, un grupo mataba y desaparecía a miles por considerarlos “adversos”.

Con esto no pretendemos negar nuestra preferencia por los políticos que respetan los turnos para hablar, sin levantar la voz, sin miradas burlonas, sin chicanas. Pero tampoco admitimos el uso del adjetivo “violento” para calificar situaciones parecidas a las de un asado entre amigos que discuten de fútbol o política. ¿Por qué exigirles a nuestros representantes que debaten cuestiones importantes para sus representados, y para ellos mismos, una cortesía suiza que no les dedicamos a nuestros amigos?

¿O acaso esta es otra forma de desacreditar la política en la Argentina: tanto a los políticos como a quienes los eligen? ¿Por qué personas que juzgan violento el griterío parlamentario o el tortazo de Caamaño pueden explicar los vuelos de la muerte o la represión policial?

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