La frase que recorrió el ambiente tecnológico en el 2005 pertenece a Paul Mockapetris, inventor del DNS (Domain Name System) el sistema que desde 1983 da nombre a las direcciones de Internet y uno de sus padres fundadores. Él dijo “Internet llegará a desaparecer como tal en un plazo de diez años”, con esto intentaba ejemplificar cómo los avances de la Red integrarían tanto sus servicios a la vida cotidiana que sería difícil para nosotros determinar en qué momento estábamos usándolos o no. Según sus predicciones de hace cuatro años, por estos días ya no necesitaríamos recordar números telefónicos y nos comunicaríamos con el prójimo mediante un dispositivo que integra la mensajería instantánea, el correo electrónico y la voz.
Muy posiblemente el novel ganador del premio a toda una vida de la ACM Sigcomm, que reconoce las contribuciones al desarrollo tecnológico, tenga razón con sus profecías y en nos más de cinco años las películas cambien su final en complicidad con los gustos de cada espectador, o podamos elegir los protagonistas para cada una de ellas (tiemblan las suegras). Pero lo más llamativo de estos anuncios no son sus presagios sino la vuelta a la era del oráculo. Sí, así como nos es difícil imaginar el mundo en los próximos 5 años, nos es igualmente duro recordar como fue a principios del 2000, cuando el ambiente tecnológico estaba lleno de pitonisas y estadísticas proyectadas que aventuraban todo tipo de avances cibernéticos y disparatadas creaciones dignas de la ciencia ficción. Algunos serios visionarios provenían de las filas científicas de los laboratorios de investigación, en tanto que otros, conversos a la religión del horóscopo, transformaron estas “bienaventuranzas” en la fuente de su sustento y fama. Pero así como la caída del muro aplastó la guerra fría, la explosión de la burbuja de Internet acabó con esa costumbre de vaticinar los vaivenes del mundo tecnológico, y el gurú de turno de la noche a la mañana se encontró con que ya no lograba interesar a nadie con sus predicciones.
Quienes supieron mantenerse al margen de toda esa ruleta predictiva, ya sea porque supieron ver o porque contaban con herramientas y servicios realmente interesantes o poderosos, son los que aún forman parte de la Red y se benefician con sus amplias posibilidades.
En los últimos tiempos han comenzado nuevamente a circular proyecciones, nuevas futurologías que nos fuerzan a decidir si otorgamos credibilidad o no a estos ejercicios de la imaginación. Más allá de nuestro veredicto o de lo divertido que sea el vaticinio, lo que podemos dar por seguro es que son más indicios que afirman la salud de la Red actual, su prosperidad y franco crecimiento. Claramente la burbuja quedó atrás y hoy vivimos en un mundo que se fusiona cada vez más con Internet, hasta el punto de no saber bien si estamos en ella a cada momento.
Muy posiblemente el novel ganador del premio a toda una vida de la ACM Sigcomm, que reconoce las contribuciones al desarrollo tecnológico, tenga razón con sus profecías y en nos más de cinco años las películas cambien su final en complicidad con los gustos de cada espectador, o podamos elegir los protagonistas para cada una de ellas (tiemblan las suegras). Pero lo más llamativo de estos anuncios no son sus presagios sino la vuelta a la era del oráculo. Sí, así como nos es difícil imaginar el mundo en los próximos 5 años, nos es igualmente duro recordar como fue a principios del 2000, cuando el ambiente tecnológico estaba lleno de pitonisas y estadísticas proyectadas que aventuraban todo tipo de avances cibernéticos y disparatadas creaciones dignas de la ciencia ficción. Algunos serios visionarios provenían de las filas científicas de los laboratorios de investigación, en tanto que otros, conversos a la religión del horóscopo, transformaron estas “bienaventuranzas” en la fuente de su sustento y fama. Pero así como la caída del muro aplastó la guerra fría, la explosión de la burbuja de Internet acabó con esa costumbre de vaticinar los vaivenes del mundo tecnológico, y el gurú de turno de la noche a la mañana se encontró con que ya no lograba interesar a nadie con sus predicciones.
Quienes supieron mantenerse al margen de toda esa ruleta predictiva, ya sea porque supieron ver o porque contaban con herramientas y servicios realmente interesantes o poderosos, son los que aún forman parte de la Red y se benefician con sus amplias posibilidades.
En los últimos tiempos han comenzado nuevamente a circular proyecciones, nuevas futurologías que nos fuerzan a decidir si otorgamos credibilidad o no a estos ejercicios de la imaginación. Más allá de nuestro veredicto o de lo divertido que sea el vaticinio, lo que podemos dar por seguro es que son más indicios que afirman la salud de la Red actual, su prosperidad y franco crecimiento. Claramente la burbuja quedó atrás y hoy vivimos en un mundo que se fusiona cada vez más con Internet, hasta el punto de no saber bien si estamos en ella a cada momento.
Vamos a una Internet cuántica https://es.m.wikipedia.org/wiki/Internet_cuántico. Un saludo
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