Algunos conceptos tienen una valoración positiva, más allá de su significado real, o gozan de una definición confusa. Pocos se atreverían a oponérseles o a matizarlas. Y la sanción para quien lo intente es el escarnio público o la incomprensión.
Varias ya han sido tratadas en este Manual, como la alternancia política, políticas de largo plazo, las personas jurídicas, etc. A continuación listamos otras brevemente sólo para tenerlas presentes en caso de que aparezcan.
Eficiencia y Eficacia: En contra de la confusión terminológica que suele impactar en la política, distingamos estos dos términos: que un proceso es “eficiente” significa que logra aquello con bajo consumo de recursos, podemos asociarlo a un proceso “ahorrativo” sin importar si logró mucho o poco de lo que se propuso; en cambio algo es “eficaz” si cumple con todo su objetivo, sin importar cuantos recursos le insumió.
Imaginemos que les pedimos a dos individuos que apaguen dos focos de incendio con agua. Quien apague ambos focos con diez baldes de agua habrá sido eficaz; quien apague un solo foco con un solo balde, habrá sido más eficiente… aunque menos eficaz.
Otro ejemplo, con números inventados a título ilustrativo… Cuando subejecuta el presupuesto para vivienda, quizás Macri haya sido eficiente si hizo sólo cinco de las cincuenta mil viviendas presupuestadas pero a un costo extremadamente económico. Ahora bien, es probable que las 49.995 familias sin casa prefieran una solución menos eficiente pero más eficaz.
La mayor importancia de la eficacia/eficiencia depende de cada situación. En acciones de gobierno y dentro de ciertos rangos, la primera importa más.
Por ejemplo, los planes de vacunación deben ser eficaces, es decir, llegar a todos. No importa si llegar a las zonas alejadas donde viven los últimos mil niños cueste más que llegar a los primeros cien mil. De hecho, nadie aceptaría la explicación de que sólo se vacunó al 80 por ciento, por más que se haga hincapié en la eficiencia de haber ahorrado costos por 50 por ciento.
La idea de que eficiente es mejor se instaló sin mayor análisis. Esto lleva a un Estado más ahorrativo pero más desprotector. Y no nos sorprende descubrir que siempre son los mismos sectores los que son “más caros” de atender, más proclives a quedar afuera en una política “eficiente”. La vacunación más eficiente es vacunar a los niños de las grandes ciudades y dejar a los de Humahuaca sin vacuna. Educar a los de hogares más ricos es más económico que ocuparse de los que arrancan con problemas de alimentación y transporte. Llevar cloacas a los que no tienen, es menos eficiente que llevarle cloacas a quienes ya tienen cloacas (la eficiente tautológica) finalmente nada es más eficiente que no hacer nada, porque uno no habrá gastado nada.
Cultura del esfuerzo: la también llamada “cultura del trabajo”, en la que se premiaría el esfuerzo de cada individuo, la defendemos sin percibir que se contrapone a la “cultura del talento”, que premiaría a quien tiene más talento, sea este fruto del esfuerzo, la pasión o la genética. Se contrapone también a la cultura del resultado, que premia según los resultados obtenidos, de un empleado, de un gerente o de un vendedor sin analizar si lo merece o no. Y por último se contrapone a la cultura del derecho, que premia a quien tiene derecho a recibir el premio, sin importar la razón: por herencia, por apostar a la bolsa, por suerte o por simpatía. En general las personas se dicen defensoras de estas culturas contrapuestas, sin percibir sus muchos puntos en contradicción. Cuando aparecen estas valoraciones tenemos que preguntar por las otras, marcando las contradicciones y obligando a tomar partido o reconocer que hay tensiones y se debe valorar caso a caso.
Meritocracia: disposición que cada uno obtenga según su propio mérito. Por lo general nadie aclara qué define el mérito propio: ¿la genética?, ¿la suerte?, ¿la ayuda de los amigos?, ¿la herencia?
Si una persona con pocas luces se esfuerza mucho, ¿merece ingresar a la facultad?
¿Merece el trabajo que se le niega? Una persona brillante por naturaleza que no se esfuerza pero que aprueba todos los exámenes, ¿merece ingresar? ¿Qué merece en esta sociedad un parapléjico con retraso mental?
La defensa de la meritocrácia suele esconder la defensa de que a los chicos lindos se les sigan abriendo puertas que la mayoría encuentra cerradas. En los hechos, el concepto de meritocracia busca darles por derecho lo ya otorgado por privilegio. La injusticia se disfraza así de meritocracia buscando aceptación social.
Igualdad de oportunidades y equidad: Nos resultan sinónimos o que uno implica el otro pero no es así. Un país de miserables donde se sortee toda la riqueza una vez cada 100 años dándole un numero a cada ciudadano, será un país con extrema igualad de oportunidades pero donde la equidad será nula. En cambio un país donde las riquezas se distribuyan por cuna o por casta, sin aceptar ningún cambio en vida, pero donde la distribución sea casi imperceptible, en la que las diferencias entre la casta privilegiada y la intocable sea mínimas, será un país sin igualdad de oportunidades pero de gran equidad. Son planteos de laboratorio porque en general los procesos que apoyan una apoyan la otra, pero es bueno diferenciar los conceptos para poder analizar algunos casos donde aparece una sin la otra.
“Ningún extremo es bueno”: esta frase de tía prudente es una idea destructiva que potencia a quienes sostengan las posiciones más extremas y lo hagan con mas fervor. Si un político discute con un Nazi, el comentarista ¨centrista¨ dirá ¨bueno, ni acabar con todos los judíos, ni tampoco no acabar con ninguno. ¿No habrá un razonable punto medio?¨. Aparecerá un centrado que sugerirá acabar solo con la mitad de los judíos (por ejemplo de la cintura para arriba). Pero el comentador ¨centrista¨ no tardará en sentar a este centrado con el mismo Nazi y se preguntará ¨entre acabar con todos los judíos y dejar a la mitad vivos, ¿no habrá una posición intermedia? ¿Por qué nuestros políticos se van siempre a los extremos?¨.
Muchas veces en un planteo la razón está en un extremo. No hay fundamento para no ponerse en un extremo o para descartar una posición solo porque está en el extremo del debate.
La fascinación por sostener el punto medio entre dos planteos es la salida fácil de quien no quiere comprometerse o tiene pereza de pensar.
“Quien no aportó, no retira”: escuchamos este concepto asociado a una lógica de justicia jubilatoria. Se asienta en el supuesto de que el sujeto (activo) de la evasión jubilatoria es el empleado y no el empleador. Si creemos que el empleador es quien tiene el poder de decisión, deberíamos entender la frase como “si no le aportaron, no retira”, frase más difícil de defender.
¿Los no aportantes son trabajadores precarios con imposibilidad de exigir nada o son ejecutivos de alto vuelo con predisposición a la evasión? Habrá seguramente de los dos tipos, pero nuestra frase variará en función de la respuesta que creamos más representativa del fenómeno.
Emparejar para arriba: suena bien. Nadie rechazaría que, si una persona tiene dos gallinas y otra ninguna, mejor que la simple equidad (darle una gallina a cada uno) es “emparejar para arriba” (darle dos a cada uno).
Algunos se preguntarán entonces por qué no emparejar “aún más para arriba” y darle tres gallinas a cada uno…
Quien recurre a esta objeción omite un sobreentendido en el planteo de emparejar, que consiste en hacerlo con los mismos recursos disponibles. Esto implica obligatoriamente bajar a algunos y subir a otros.
Por otra parte, alguien puede sugerir la idea de subir a todos una vez emparejados. Pero quien se niega a bajar a algunos, en realidad se niega a emparejar (utiliza un argumento con valoración positiva para justificarlo).
Suele hacerse esto cuando se discute sobre educación. La universidad masiva es un claro ejemplo de “emparejar para abajo”. Quien pide cerrar la universidad, nos explica su sueño de un instituto de elite para las masas. Entonces, mientras esa utopía llegue, habrá un instituto exclusivo para una elite que excluya al resto, a la espera de ser emparejados hacia arriba.
Si consideramos “el estar parejos” como un valor social trascendente, debemos emparejar las situaciones lo antes posible, y a partir de ahí mejorar. Todos emparejados: de ahí mejoramos todo lo que deseemos y todo lo que permitan los recursos y talentos.
Esta frase es semejante a la que sugiere “repartir la riqueza, no la miseria” proponiendo mantener la injusticia actual en el reparto para fomentar un crecimiento que luego sí será repartido. Parecido al lema de aquel almacenero de barrio que nos decía “Hoy no fio, mañana sí”. “No repartamos hoy, repartamos mañana”.
Como en muchas otras discusiones, las diferencias parecen no ser de objetivo final sino de camino a tomar. El problema es que según el camino tomado, mientras se llega o cuando nunca se llega, son otros los que sufren o se ahogan.
El fin no justifica los medios: la frase tiene dos acepciones posibles según incluya los adverbios “nunca” o “siempre”. Una primera acepción sería “el fin nunca justifica los medios”: significaría que la nobleza del fin no importa; no deberíamos recurrir a un medio objetable en su nombre, nunca.
La segunda acepción sería “el fin no siempre justifica los medios”. Significaría que lo objetable de un medio importa, un fin noble no admitiría cualesquiera medios, por noble que aquel sea. Esta diferencia es muy importante en lo relacionado con las protestas sociales.
Para nosotros la frase debe interpretarse en su segunda acepción, porque abre la puerta a la protesta responsable. Como vimos cuando analizamos la Acción Directa, creemos que ningún medio es rechazable per-se, pero ningún medio objetable se legitima con sólo tener un fin noble.
En cada situación deberá juzgarse su legitimidad en función de lo objetable de los medios y según la dimensión del fin buscado. Y por supuesto, la justificación es una materia humana, opinable, política que no genera automáticas coincidencias entre las personas de bien, como le gustaría a tantos.
En cambio, la primera acepción es muy útil para sostener posiciones más conservadoras ante las protestas sociales. Siendo que por lo general es más fácil objetar los medios utilizados que sus objetivos. Los medios son acciones que se escogen por su efectividad, no por su nobleza (que en general no tienen).
Ya sea una huelga, una protesta, un griterío, un escrache, una queja o cualquier otra acción, nadie les atribuye una valoración positiva. En todo caso, son positivos los objetivos buscados.
¿Capitalistas apalancados o vendidos? Una importante diferenciación a hacer en inversiones es entre ¨Una posición Apalancada¨ y ¨Una posición vendida o Short¨.
Quien esté apalancado ganará más en el proceso en el que invierte, en mayor proporción al propio proceso. Como ejemplo, si el proceso mejora 1% el inversor apalancado podrá ganar 10%. Por supuesto que lo inverso ocurrirá si el proceso sobre el que se invirtió se desmorona.
En cambio, un inversor ¨short¨ es alguien que gana solo si el proceso sobre el que invierte pierde valor. Así un inversor de este tipo tiene su destino en espejo al destino del proceso, invierte sobre procesos y luego reza porque se desmoronen.
El problema en un país no es tener una clase capitalista ¨apalancada¨, que gane más que el promedio cuando el país gane. Es un efecto colateral que viene con el capitalismo, para bien y para mal. El drama es cuando la clase del poder esta invertida con un criterio Short o “Posición Vendida” (llamativa coincidencia con el termino ¨vendido¨, en su acepción de cipayo). Poseer una clase poderosa cuyos intereses no coinciden ni siquiera con el ciclo de los intereses populares, es una situación por lo menos inconfortable.
No es la renta lo que molesta, es que la renta provenga de ciclos negativos.
Y nos queda la duda, ¿qué pide cuando reza alguien que esta shorteado sobre su propio país?
Crecimiento y calidad de vida: Cuando más rápido se desplace el país hacia nuestro destino es mejor para todos los pasajeros de este gran barco que es La Argentina. Pero si este mayor desplazamiento fuera fruto de un peor pasar para los remeros que lo impulsan, es peor para los remeros. El problema es que en la Argentina la gran mayoría es pasajero y remero.
Los remeros, naturalmente, reman mucho más rápido y esforzados cuando la vida les va en juego. Y el barco va más rápido y es mejor para sus pasajeros. La solución a este dilema es un compromiso entre desplazarse a una razonable velocidad hacia nuestro puerto de desino pero sin que nuestra vida de remeros se nos haga miserable.
Algunos pocos pasajeros no son remeros. Para ellos no hay dilema, lo que haga ir más rápido el barco siempre les resulta más beneficioso. Solo verían dilema si alguien sugiriera que tirando a los de primera clase el barco iría más rápido.
Finalmente todo es cuestión de óptica e intereses.
Escuchá el MAKnual
Varias ya han sido tratadas en este Manual, como la alternancia política, políticas de largo plazo, las personas jurídicas, etc. A continuación listamos otras brevemente sólo para tenerlas presentes en caso de que aparezcan.
Eficiencia y Eficacia: En contra de la confusión terminológica que suele impactar en la política, distingamos estos dos términos: que un proceso es “eficiente” significa que logra aquello con bajo consumo de recursos, podemos asociarlo a un proceso “ahorrativo” sin importar si logró mucho o poco de lo que se propuso; en cambio algo es “eficaz” si cumple con todo su objetivo, sin importar cuantos recursos le insumió.
Imaginemos que les pedimos a dos individuos que apaguen dos focos de incendio con agua. Quien apague ambos focos con diez baldes de agua habrá sido eficaz; quien apague un solo foco con un solo balde, habrá sido más eficiente… aunque menos eficaz.
Otro ejemplo, con números inventados a título ilustrativo… Cuando subejecuta el presupuesto para vivienda, quizás Macri haya sido eficiente si hizo sólo cinco de las cincuenta mil viviendas presupuestadas pero a un costo extremadamente económico. Ahora bien, es probable que las 49.995 familias sin casa prefieran una solución menos eficiente pero más eficaz.
La mayor importancia de la eficacia/eficiencia depende de cada situación. En acciones de gobierno y dentro de ciertos rangos, la primera importa más.
Por ejemplo, los planes de vacunación deben ser eficaces, es decir, llegar a todos. No importa si llegar a las zonas alejadas donde viven los últimos mil niños cueste más que llegar a los primeros cien mil. De hecho, nadie aceptaría la explicación de que sólo se vacunó al 80 por ciento, por más que se haga hincapié en la eficiencia de haber ahorrado costos por 50 por ciento.
La idea de que eficiente es mejor se instaló sin mayor análisis. Esto lleva a un Estado más ahorrativo pero más desprotector. Y no nos sorprende descubrir que siempre son los mismos sectores los que son “más caros” de atender, más proclives a quedar afuera en una política “eficiente”. La vacunación más eficiente es vacunar a los niños de las grandes ciudades y dejar a los de Humahuaca sin vacuna. Educar a los de hogares más ricos es más económico que ocuparse de los que arrancan con problemas de alimentación y transporte. Llevar cloacas a los que no tienen, es menos eficiente que llevarle cloacas a quienes ya tienen cloacas (la eficiente tautológica) finalmente nada es más eficiente que no hacer nada, porque uno no habrá gastado nada.
Cultura del esfuerzo: la también llamada “cultura del trabajo”, en la que se premiaría el esfuerzo de cada individuo, la defendemos sin percibir que se contrapone a la “cultura del talento”, que premiaría a quien tiene más talento, sea este fruto del esfuerzo, la pasión o la genética. Se contrapone también a la cultura del resultado, que premia según los resultados obtenidos, de un empleado, de un gerente o de un vendedor sin analizar si lo merece o no. Y por último se contrapone a la cultura del derecho, que premia a quien tiene derecho a recibir el premio, sin importar la razón: por herencia, por apostar a la bolsa, por suerte o por simpatía. En general las personas se dicen defensoras de estas culturas contrapuestas, sin percibir sus muchos puntos en contradicción. Cuando aparecen estas valoraciones tenemos que preguntar por las otras, marcando las contradicciones y obligando a tomar partido o reconocer que hay tensiones y se debe valorar caso a caso.
Meritocracia: disposición que cada uno obtenga según su propio mérito. Por lo general nadie aclara qué define el mérito propio: ¿la genética?, ¿la suerte?, ¿la ayuda de los amigos?, ¿la herencia?
Si una persona con pocas luces se esfuerza mucho, ¿merece ingresar a la facultad?
¿Merece el trabajo que se le niega? Una persona brillante por naturaleza que no se esfuerza pero que aprueba todos los exámenes, ¿merece ingresar? ¿Qué merece en esta sociedad un parapléjico con retraso mental?
La defensa de la meritocrácia suele esconder la defensa de que a los chicos lindos se les sigan abriendo puertas que la mayoría encuentra cerradas. En los hechos, el concepto de meritocracia busca darles por derecho lo ya otorgado por privilegio. La injusticia se disfraza así de meritocracia buscando aceptación social.
Igualdad de oportunidades y equidad: Nos resultan sinónimos o que uno implica el otro pero no es así. Un país de miserables donde se sortee toda la riqueza una vez cada 100 años dándole un numero a cada ciudadano, será un país con extrema igualad de oportunidades pero donde la equidad será nula. En cambio un país donde las riquezas se distribuyan por cuna o por casta, sin aceptar ningún cambio en vida, pero donde la distribución sea casi imperceptible, en la que las diferencias entre la casta privilegiada y la intocable sea mínimas, será un país sin igualdad de oportunidades pero de gran equidad. Son planteos de laboratorio porque en general los procesos que apoyan una apoyan la otra, pero es bueno diferenciar los conceptos para poder analizar algunos casos donde aparece una sin la otra.
“Ningún extremo es bueno”: esta frase de tía prudente es una idea destructiva que potencia a quienes sostengan las posiciones más extremas y lo hagan con mas fervor. Si un político discute con un Nazi, el comentarista ¨centrista¨ dirá ¨bueno, ni acabar con todos los judíos, ni tampoco no acabar con ninguno. ¿No habrá un razonable punto medio?¨. Aparecerá un centrado que sugerirá acabar solo con la mitad de los judíos (por ejemplo de la cintura para arriba). Pero el comentador ¨centrista¨ no tardará en sentar a este centrado con el mismo Nazi y se preguntará ¨entre acabar con todos los judíos y dejar a la mitad vivos, ¿no habrá una posición intermedia? ¿Por qué nuestros políticos se van siempre a los extremos?¨.
Muchas veces en un planteo la razón está en un extremo. No hay fundamento para no ponerse en un extremo o para descartar una posición solo porque está en el extremo del debate.
La fascinación por sostener el punto medio entre dos planteos es la salida fácil de quien no quiere comprometerse o tiene pereza de pensar.
“Quien no aportó, no retira”: escuchamos este concepto asociado a una lógica de justicia jubilatoria. Se asienta en el supuesto de que el sujeto (activo) de la evasión jubilatoria es el empleado y no el empleador. Si creemos que el empleador es quien tiene el poder de decisión, deberíamos entender la frase como “si no le aportaron, no retira”, frase más difícil de defender.
¿Los no aportantes son trabajadores precarios con imposibilidad de exigir nada o son ejecutivos de alto vuelo con predisposición a la evasión? Habrá seguramente de los dos tipos, pero nuestra frase variará en función de la respuesta que creamos más representativa del fenómeno.
Emparejar para arriba: suena bien. Nadie rechazaría que, si una persona tiene dos gallinas y otra ninguna, mejor que la simple equidad (darle una gallina a cada uno) es “emparejar para arriba” (darle dos a cada uno).
Algunos se preguntarán entonces por qué no emparejar “aún más para arriba” y darle tres gallinas a cada uno…
Quien recurre a esta objeción omite un sobreentendido en el planteo de emparejar, que consiste en hacerlo con los mismos recursos disponibles. Esto implica obligatoriamente bajar a algunos y subir a otros.
Por otra parte, alguien puede sugerir la idea de subir a todos una vez emparejados. Pero quien se niega a bajar a algunos, en realidad se niega a emparejar (utiliza un argumento con valoración positiva para justificarlo).
Suele hacerse esto cuando se discute sobre educación. La universidad masiva es un claro ejemplo de “emparejar para abajo”. Quien pide cerrar la universidad, nos explica su sueño de un instituto de elite para las masas. Entonces, mientras esa utopía llegue, habrá un instituto exclusivo para una elite que excluya al resto, a la espera de ser emparejados hacia arriba.
Si consideramos “el estar parejos” como un valor social trascendente, debemos emparejar las situaciones lo antes posible, y a partir de ahí mejorar. Todos emparejados: de ahí mejoramos todo lo que deseemos y todo lo que permitan los recursos y talentos.
Esta frase es semejante a la que sugiere “repartir la riqueza, no la miseria” proponiendo mantener la injusticia actual en el reparto para fomentar un crecimiento que luego sí será repartido. Parecido al lema de aquel almacenero de barrio que nos decía “Hoy no fio, mañana sí”. “No repartamos hoy, repartamos mañana”.
Como en muchas otras discusiones, las diferencias parecen no ser de objetivo final sino de camino a tomar. El problema es que según el camino tomado, mientras se llega o cuando nunca se llega, son otros los que sufren o se ahogan.
El fin no justifica los medios: la frase tiene dos acepciones posibles según incluya los adverbios “nunca” o “siempre”. Una primera acepción sería “el fin nunca justifica los medios”: significaría que la nobleza del fin no importa; no deberíamos recurrir a un medio objetable en su nombre, nunca.
La segunda acepción sería “el fin no siempre justifica los medios”. Significaría que lo objetable de un medio importa, un fin noble no admitiría cualesquiera medios, por noble que aquel sea. Esta diferencia es muy importante en lo relacionado con las protestas sociales.
Para nosotros la frase debe interpretarse en su segunda acepción, porque abre la puerta a la protesta responsable. Como vimos cuando analizamos la Acción Directa, creemos que ningún medio es rechazable per-se, pero ningún medio objetable se legitima con sólo tener un fin noble.
En cada situación deberá juzgarse su legitimidad en función de lo objetable de los medios y según la dimensión del fin buscado. Y por supuesto, la justificación es una materia humana, opinable, política que no genera automáticas coincidencias entre las personas de bien, como le gustaría a tantos.
En cambio, la primera acepción es muy útil para sostener posiciones más conservadoras ante las protestas sociales. Siendo que por lo general es más fácil objetar los medios utilizados que sus objetivos. Los medios son acciones que se escogen por su efectividad, no por su nobleza (que en general no tienen).
Ya sea una huelga, una protesta, un griterío, un escrache, una queja o cualquier otra acción, nadie les atribuye una valoración positiva. En todo caso, son positivos los objetivos buscados.
¿Capitalistas apalancados o vendidos? Una importante diferenciación a hacer en inversiones es entre ¨Una posición Apalancada¨ y ¨Una posición vendida o Short¨.
Quien esté apalancado ganará más en el proceso en el que invierte, en mayor proporción al propio proceso. Como ejemplo, si el proceso mejora 1% el inversor apalancado podrá ganar 10%. Por supuesto que lo inverso ocurrirá si el proceso sobre el que se invirtió se desmorona.
En cambio, un inversor ¨short¨ es alguien que gana solo si el proceso sobre el que invierte pierde valor. Así un inversor de este tipo tiene su destino en espejo al destino del proceso, invierte sobre procesos y luego reza porque se desmoronen.
El problema en un país no es tener una clase capitalista ¨apalancada¨, que gane más que el promedio cuando el país gane. Es un efecto colateral que viene con el capitalismo, para bien y para mal. El drama es cuando la clase del poder esta invertida con un criterio Short o “Posición Vendida” (llamativa coincidencia con el termino ¨vendido¨, en su acepción de cipayo). Poseer una clase poderosa cuyos intereses no coinciden ni siquiera con el ciclo de los intereses populares, es una situación por lo menos inconfortable.
No es la renta lo que molesta, es que la renta provenga de ciclos negativos.
Y nos queda la duda, ¿qué pide cuando reza alguien que esta shorteado sobre su propio país?
Crecimiento y calidad de vida: Cuando más rápido se desplace el país hacia nuestro destino es mejor para todos los pasajeros de este gran barco que es La Argentina. Pero si este mayor desplazamiento fuera fruto de un peor pasar para los remeros que lo impulsan, es peor para los remeros. El problema es que en la Argentina la gran mayoría es pasajero y remero.
Los remeros, naturalmente, reman mucho más rápido y esforzados cuando la vida les va en juego. Y el barco va más rápido y es mejor para sus pasajeros. La solución a este dilema es un compromiso entre desplazarse a una razonable velocidad hacia nuestro puerto de desino pero sin que nuestra vida de remeros se nos haga miserable.
Algunos pocos pasajeros no son remeros. Para ellos no hay dilema, lo que haga ir más rápido el barco siempre les resulta más beneficioso. Solo verían dilema si alguien sugiriera que tirando a los de primera clase el barco iría más rápido.
Finalmente todo es cuestión de óptica e intereses.
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