A la gran mayoría de las personas nos interesa tener una opinión sobre los temas que creemos importantes, entre ellos los gubernamentales difundidos por la agenda pública. Incluso nuestros pares nos la exigen.
Dadas estas circunstancias, se necesita mucho carácter para contestar “ni la menor idea” a la pregunta “¿por quién vas a votar?”. Casi tanto como para responder “no soy hincha de ninguno” a la pregunta “¿de qué cuadro sos?”.
Dicho esto, no estamos dispuestos a realizar enormes esfuerzos ni a invertir demasiado tiempo en formarnos una opinión fundamentada, al menos no para todos los temas. Por eso utilizamos ciertos “mediadores”: personas o entidades públicas que nos ayudan en esta tarea.
Por eso también tendemos a priorizar el criterio de “menor confrontación”, es decir, adoptamos la opinión que creemos mayoritaria porque difícilmente alguien nos exija fundamentarla (si no pensé de qué cuadro soy, voy a decir Boca antes que Arsenal de Sarandí: es poco probable que alguien me pregunte “¿por qué Boca?”). Ahora bien, aún en casos como este, usaremos mediadores para reconocer esa opinión tan mayoritaria que nos evitará justificarla.
Aunque no siempre lo hagamos a consciencia, abrevamos en diferentes mediadores para cada tema. A veces pedimos una opinión empaquetada “llave en mano”. Otras, sólo una influencia o ayudita.
Fruto de la acción de todos los mediadores sobre nuestra reflexión intima o con amigos, terminamos formándonos una opinión que luego defenderemos como propia (lo es en realidad) y como autogenerada (¿cómo no sucumbir a la tentación de lograr todo solo?). De ahí la importancia de entender el fenómeno de mediación.
Imaginemos que sentimos la necesidad de opinar sobre una manifestación multitudinaria en una plaza, pero que no disponemos del tiempo o las ganas de ir... En este caso, un mediador sería alguien que se toma el trabajo de ir al lugar indicado, de recorrerlo, de comparar la manifestación con otros eventos, de hacer un esfuerzo de contextualización y de comparación con procesos más amplios.
La crónica y las fotos del evento sintetizarán lo ocurrido en la manifestación según la experiencia y la mirada del mediador. Por eso cada mediador suele ofrecer una versión de los hechos: uno fotografiará una mamá con su bebé y nos hablará de una manifestación de madres; otro dirá que madre e hijo corrieron serios riesgos en una movilización organizada por forajidos (una misma foto puede dar sustento a narraciones diferentes); un tercer mediador traerá la foto de un carterista en acción y entonces centrará su crónica en la inseguridad que se cuela hasta en las marchas. Y así al infinito.
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